Esta historia nos cuenta el recorrido de una chica con
parálisis cerebral, que no quiere seguir el camino marcado para ella; a pesar
de que, tiene grandes necesidades de apoyo físicas y comunicacionales.
Vemos conseguido el derecho a la educación inclusiva, pero
demostrando tres veces más que podemos. Explicando nuestras familias, que
siempre quieren estar ahí: pero nosotros y nosotras buscamos ser los verdaderos
y verdaderas protagonistas para explicar lo que queremos.
Cuando conseguimos iniciar el camino que deseamos, nos queda
aprender a pedir las adaptaciones y apoyos que necesitamos para estar en las
mismas condiciones que el resto.
Si salimos del aula yo diría que hay dos etapas: cuando
empiezas a salir con un grupo de adultas, pero fuera del núcleo familiar. Lo
cual hace a Sara sentirse mayor, crea su primer grupo, descubre el
asociacionismo. Y de alguna manera empieza a dar a conocer sus ganas de ser una
más.
En este sentido hay una etapa; cuando sale con sus amigas de
clase, con las que lo pasa muy bien, pero a la vez descubre las barreras a las
que va a tener que enfrentarse, tanto físicas como mentales. Esto le hacía
plantearse si podía ser una más.
En este momento le viene bien ver como otras personas con
discapacidad hacen lo que ella quiere hacer, además encuentra referentes.
Volviendo al aula; ahora Sara ya defiende sus derechos y
comienza otra nueva etapa en la que es ella misma la que pide sus adaptaciones.
Viendo su propia experiencia, Sara traza su camino haciendo
integración Social. Para lo que de nuevo le dicen que no puede por tener que
aprender lengua de signos, pero al final descubren que conoce muy bien la
comunicación con ayuda. Le encanta el ciclo.
Cuando llega la hora de las prácticas la tutora lo ve
complicado; Sara se puso en contacto con Isabel, una chica con lesión medular e
hizo las prácticas en la asociación con el apoyo de una persona.
Después de todo este camino recorrido Sara decide estudiar
trabajo social.
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