Hay veces que la espasticidad no me deja manejar la silla
eléctrica, pero tengo muy claro que seguiré aprovechando mi mente y mi voz,
aunque mi cuerpo funcione a su antojo.
Como muchas otras veces, a raíz de este tipo de comentarios
me salen artículos. Esta vez quiero hablar de nuevo de la importancia de la
asistencia personal:
La diferencia entre esta figura y otras que pueden realizar
las mismas tareas es que, en este caso, quien decide qué hacer y cómo hacerlo
es la persona con discapacidad, con todo lo que eso conlleva: si yo decido
hacer algo, me implicaré realmente en ello; si sale bien, el acierto es mio y,
si sale mal, el error también. Para otra vez lo haré de forma diferente.
Por otro lado, no tendría que depender de los horarios de la
familia, ni ellos tener que estar pendientes de lo que yo tengo que hacer y,
por qué no decirlo, de vez en cuando vendría bien no dar tantas explicaciones.
¿ Para qué querría yo la asistencia personal?:
En actos de representación asociativa: la familia tiene su
trabajo o les apetece quedarse en casa y, además, ¿alguien se lleva a sus
padres a trabajar?, pues yo tampoco debería.
Cuando me apetezca quedar con otras personas con
discapacidad: siempre tengo que estar convenciendo a amigas que igual ni se
sienten a gusto con la otra persona.
Cuando mi madre no está y tengo que salir: lógicamente me
tiene que vestir mi padre, ese día tengo que ir sin maquillar. Hay días que da
igual, pero hay días que no; depende donde vayas y de si ese día te apetece
arreglarte más o menos, supongo que como a todas.
Por todo esto y porque mi cuerpo funciona a su antojo pero sé
perfectamente lo que quiero, estoy segura de que la asistencia personal es una
figura imprescinble para la participación social y la independencia de las
personas con discapacidad.
Pienso como tú
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