En una discapacidad como la parálisis cerebral, como ya he
dicho en algún otro artículo, no todas las personas tenemos el mismo nivel de
inteligencia. Pero somos muchos, quizá más de los que la gente piensa, los que
tenemos la inteligencia conservada.
Siempre he tenido muy claro que quería ser una más. Esto es
más fácil, en cierto modo durante la infancia, pero se complica al llegar la
edad adulta: porque la gente se empeña en verte como una niña. Esto hace que
muchas personas con discapacidad no se vean como adultos, a pesar de tener edad
y capacidad para serlo.
Pues bien, por experiencia propia puedo decir que, a veces,
es duro para la persona con discapacidad sentirse adulta y que el resto de la
gente, incluso puede que tu entorno más cercano, a pesar de ser bastante abiertos
porque les has educado y demostrado tus capacidades, nunca acaban de verlo y no
digamos ya el resto de la gente. Cuando te dicen: “Hay que hacer caso” o “Mira
que es, no hace caso”. Pues sí, reconozco que tengo un carácter fuerte y mi
propio criterio. Pero si no hubiera sido por mi carácter, hoy no sería la persona
que soy.
Además, ciertas experiencias y el contacto con ciertas
personas en estos últimos años me han hecho ver que no pienso de forma
diferente al resto o, mejor dicho, que mis razonamientos son tan lógicos como
los del resto.
En este tema tienen un papel muy importante las asociaciones
que atienden a las personas con parálisis cerebral: deben prestar los apoyos
necesarios para poder dirigir nuestras vidas y, lo que es más importante,
enseñarles a ser autónomos: no solamente a los que tienen más capacidad, sino a
todos, cada uno dentro de sus posibilidades.
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