lunes, 22 de agosto de 2016

HOMENAJE A UN MAESTRO

Antes de nada decir que, aunque voy a hablar de Nacho Tremiño, en mi caso hablo de él como persona y no como político.
Pues creo que tengo que remontarme a los años noventa en el gimnasio del polígono San Cristóbal, donde ambos acudíamos a rehabilitación: tengo que confesar que desde el primer momento me cayó bien, ya que se dirigía a mí de forma normal, aunque recuerdo que alguna vez también cometió el fallo de decirme ¿cómo me llamo yo? Pero supo volver a ganarse mi amistad, de hecho, no recuerdo ni si me enfadé con él  porque siempre supo tratarme como una niña normal, que era en aquel entonces.
Años después ya, en plena adolescencia, es donde él, incluso sin saberlo, jugó un papel imprescindible en mi vida. Además de insistir en la importancia de la formación (ese tema yo ya le tenía claro, aunque no viene mal que alguien en silla te apoye),  lo más importante eran esas conversaciones en las que me hacía sentir que podía hacer muchas cosas a pesar de mi discapacidad, en una época donde para todos es difícil aceptarse. Él me enseño a quererme como soy, es decir, de alguna forma me dio ganas de vivir.
Si hablamos de hoy en día, me le he encontrado en algún que otro evento de parálisis cerebral y me ha mencionado; siempre con buenas palabras y hablando de lo que intento hacer a favor del colectivo, quizás una de las personas responsables de que piense como pienso sea él.

Gracias por enseñarme sin pretenderlo y por dejar en mí huellas en lugar de cicatrices.  

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