Hay mucho camino que recorrer para
pensar así y os aseguro que no siempre es fácil.
Lo primero que debemos hacer es
aceptar nuestras limitaciones y más cuando los apoyos que necesitamos son generalizados
físicamente, pero cognitivamente estamos perfectos. Desde pequeños/as nos
inculcan o intentan inculcar que, al depender de terceros, tenemos que obedecer
y agradecer todo lo que la gente hace “por nuestro bien¨, pero sin tener en
cuenta nuestros valores o deseos. Simplemente piensan lo que es bueno para mí,
es bueno para ti. Esto si hablamos de nuestras familias, que no cabe duda que
nos quieren con locura, pero muchas veces nos sobreprotegen.
De ahí la necesidad de profesionales
que nos ayuden a realizar las tareas que no podemos hacer, pero desde un
paradigma en el que la persona tome sus propias decisiones y no desde el
asistencialismo.
Bajo mi punto de vista la figura
del/la asistente personal no me hubiera sido tan útil si no hubiera tenido tan
claras ciertas ideas como:
No tengo asistencia personal por
gusto, sino por necesidad; esa persona realiza por mí las tareas que yo no
puedo.
Estoy a gusto con ella precisamente
porque puedo estar sola a nivel emocional o con alguien, pero sin ningún tipo
de obligación.
Estas ideas las tengo tan claras desde
mi adolescencia cuando me di cuenta que necesitaba ayuda para todo lo físico y
lo acepté, pero también tuve muy claro que iba a dar guerra para que se dieran
cuenta de que podía tomar mis propias decisiones.
Hoy en día lucho por cualquier
proyecto que empodere a las personas con discapacidad. Tengo muy claro que si
no han tenido ciertas vivencias, hay que dar formación sobre empoderamiento
para que cambien el chip.
No hay comentarios:
Publicar un comentario